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El círculo de la felicidad

Y una vieja historia cuenta que un día, un campesino llamó con fuerza a la puerta de un monasterio. Cuando el monje que atendía las puertas se abrió, le dio un magnífico racimo de uvas.

  • Hermano, estas son las mejores que mi viñedo ha producido. He venido a llevarlas como regalo.
  • Gracias. Se las llevaré al Abad inmediatamente, estará encantado con esta ofrenda.
  • ¡No! Las he traído para usted. Porque cada vez que llamo a la puerta, es usted quien la abre. Cuando necesité ayuda porque la cosecha fue destruida por la sequía, me diste un pedazo de pan y una copa de vino todos los días.

El monje sostuvo las uvas y pasó toda la mañana admirándolo. Y decidió darle el regalo al Abad, que siempre le había apoyado con palabras de gran sabiduría.

El Señor Abad estaba muy feliz y conforme con las uvas, pero se recordó que existe un hermano enfermo en el monasterio, y pensó:

“Le daré las uvas. Quién sabe, pueden traer algo de alegría a su vida.”

Y eso es lo que hizo. Pero las uvas no duraron mucho tiempo en la recámara del monje enfermo, porque pensó:

“La persona que esta a cargo de la preparación de los platos, durante tanto tiempo me a dejado comer sólo sus mejores platos. Estoy seguro de que le encantará”.

El cocinero se sorprendió de la belleza de las uvas. Tan perfectas que nadie las apreciaría más que el sacristán; muchos en el monasterio lo consideraban un hombre santo, él sería el mejor calificado para valorar esta maravilla de la naturaleza.

El sacristán, a su vez, regaló las uvas al novicio más joven, para que comprendiera que la obra de Dios está en los más pequeños detalles de la Creación. Cuando el novicio las recibió, recordó la primera vez que vino al monasterio, y de la persona que le había abierto las puertas; fue ese mismo gesto el que le hizo estar entre esta gran comunidad de gente que sabía apreciar las bellezas de la vida.

Y así, justo antes del anochecer, llevó las uvas al monje de las puertas.

 

  • Come y disfrútalas – dijo. – Porque pasas la mayor parte del tiempo solo aquí, y estas uvas te harán muy feliz.

El monje comprendió que el regalo estaba realmente destinado a él, y disfrutó de cada una de las uvas, antes de caer en un sueño placentero.

Así se cerró el círculo; el círculo de felicidad y alegría, que siempre brilla con fuerza alrededor de las personas generosas.

Autor: Paulo Coelho

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