Perdidos y Encontrados

Cada obra de arte podría decir fácilmente:
“Quiero llamar la atención y me voy a ir de aquí”.
Así que puedo compartir mis esfuerzos con mis hermanos y hermanas’.

Y así como sucede con los jarrones, pinturas, esculturas, también sucede con los hombres y mujeres.
Y lo mismo ocurre con las tribus y las naves y los árboles y las estrellas.

Una vez que entendemos esto, podemos sentarnos junto a nuestro vecino al final del día y escuchar con respeto lo que tiene que decir y decir lo que necesita oír.
Y ninguno de nosotros intentará imponer sus ideas al otro.

Más allá de las montañas que separan a las tribus, más allá de la distancia que separa los cuerpos, existe la comunidad de los espíritus.
Somos parte de eso, y no hay calles pobladas de palabras inútiles, sólo amplias avenidas que conectan lo que está distante y que a veces tienen que ser reparadas por el daño causado por el tiempo.

Y el hombre que ayer fue visto como un enemigo porque había una guerra en curso, ahora será visto como un amigo de nuevo, porque la guerra ha terminado y la vida continúa.

El hijo que se fue regresará eventualmente, y regresará rico en las experiencias que tuvo en el camino.
Su padre lo recibirá con los brazos abiertos y dirá a sus sirvientes: “Traedle el mejor vestido y ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”.

Por lo tanto, el amante que regresa nunca será visto con desconfianza, porque la lealtad acompaña cada uno de sus pasos.

Autor: Paulo Coelho

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